14 de Febrero: Festejar ¿Qué…?

14 febrero

Por: Flora Celia Palacios Ruíz

De nueva cuenta el 14 de febrero y su falsa oferta de pertenecer a alguien, toca a nuestra puerta, se apunta falsa oferta, porque esta fecha además de vender miles de productos disfrazados de amor real, venden la expectativa de ser de alguien o estar con alguien, esto, en cualesquiera de sus términos, desde amor verdadero hasta desenfrenada pasión que sabemos dónde acabará.

La fecha se ha distorsionado tanto, que ahora las rosas no bastan y ya ni los peluches logran tanto impacto, y más cuando se le tiene suficiente miedo a los ácaros, la moda se impone y revoluciona de forma tal, que los “presentes” demostrativos del amor, van desde grandes lonas con imágenes y frases de los enamorados, hasta joyas, ropa, invitaciones a comer, llegando a los aditamentos tecnológicos que ponen en sintonía el sentimiento con la vida virtual que algunos tan ávidamente poseen.

El consumismo ha hecho presa a la sociedad y la ha sometido dictando así regalar, dar, tener a quién dar y por supuesto recibir de alguien; medios de comunicación han dicho que sé es menos que nada si esto no pasa o si se posee un espíritu medio Grinch; la publicidad y sus mensajes masificadores taladran a diario que se debe ser parte del globo el cual se mueve todo al mismo son y ritmo y que sí no es así, el que está mal por supuesto es uno.

Pero entonces la duda salta entre las sienes: qué se vende realmente el 14 de febrero, qué se oferta, qué se compra, qué se festeja este día.

¿Es auténtica amistad lo que se da el día de San Valentín, a los que llamamos amigos, o sólo nos formamos en la fila para ser visto por los demás?

¿Es verdaderamente amor y dedicación lo que se le otorga a la pareja esta fecha, aunque el resto del año se piense que no se empareja realmente la relación amorosa?

¿Es amor y/o es amistad lo que este 14 de febrero daremos a nuestro prójimo, especialmente a ese que vemos todas las mañanas frente al espejo?

Nuestra vida que corre con premura hacia algún lado no muy claro y de vez en cuando nos deja ver lo que se hemos perdido con los años, nos ha enseñado la fragilidad del primer amor, de ese que debe pertenecer siempre con nosotros y entre nosotros.

Esta vida con todo lo poseído y logrado, nos ha mostrado, por lo menos a esta generación, que hemos perdido al principal de los amigos y los amores, sí, a nosotros mismos, pues no somos capaces de frenar el gasto monetario y deseamos – muchas veces- equilibrar el regalo ante la ausencia, la falta, el hueco, la mentira y hasta los años; hemos confirmado que se desea compensar lo que no se hizo, lo que no se dio, lo que no se dijo, con un obsequio que en esta fecha suena más a recuerdo que a presente.

Antes de que se empiece a gastar para satisfacer a otros, es mejor darle un regalo al amigo que se lleva dentro, hacer las paces con él, decirle que se saldrá adelante a pesar de los pesares y entablar con él, el mejor de los soliloquios que lleve a reconocer al ser que se esconde entre los demás seres que nos rodean, sí, a nosotros mismos; y con esto regresar  al amor y la amistad que debemos mantener siempre en equilibrio y supervisión constante, porque si perdemos al cómplice del interior, habremos perdido la mejor de las formas de amor, ese al llamamos amor propio.